La insuficiencia pancreática exocrina canina, que por lo general es abreviada como EPI por sus siglas en inglés, es un término difícil de pronunciar para denominar un trastorno en el que el páncreas no produce suficientes enzimas digestivas.
Estas enzimas incluyen a las amilasas para digerir almidones, lipasas para digerir las grasas, y proteasas para digerir las proteínas. Cuando no hay suficiente cantidad de enzimas, los alimentos consumidos no son digeridos ni absorbidos de forma adecuada.
Se observa con mayor frecuencia en el pastor alemán, una raza predispuesta a este trastorno, pero puede ocurrir en cualquier perro de raza pura o mixta. Por fortuna, el padecimiento es muy inusual en gatos.
Cuando esta enfermedad se desarrolla en un perro joven, por lo general se debe a una atrofia en las células pancreáticas acinares, que es una disminución en el número de células productoras de enzimas dentro del páncreas.
A menudo, en perros de edad avanzada es un padecimiento secundario a la pancreatitis crónica, que es la inflamación del páncreas. Asimismo, la presencia de una pancreatitis crónica podría indicar la posibilidad de diabetes.
Síntomas de EPI
La severidad de EPI varía desde muy leve hasta muy severa. Algunos perros no manifiestan signos durante meses o incluso años.
Algunos síntomas comunes del trastorno son:
- Pérdida de peso significativa a pesar la constante sensación de hambre e independientemente de la cantidad de alimento que consuma un perro
- Evacuaciones más frecuentes y heces muy grandes con un color amarillento o grisáceo
- Coprofagia (comer heces) y/o pica (comer alimentos que no son comestibles)
- Sonidos digestivos y flatulencias
- Vómito o diarrea acuosa intermitente
No todos los perros manifiestan todos estos síntomas, y como resultado, considero que a menudo los veterinarios omiten este padecimiento. En mi opinión, los perros que exhiben algunos o un solo síntoma que no se ha solucionado o se agrava progresivamente, deben ser evaluados para confirmar esta enfermedad.
La digestión incompleta ocasionada por EPI puede producir la constante fermentación de grandes cantidades de alimento en el intestino delgado. Esto podría desencadenar un padecimiento secundario llamado SIBO (desarrollo excesivo de bacterias en el intestino delgado, por sus siglas en inglés).
Ahora, el SIBO también es conocido como SID (disbiosis del intestino delgado, por sus siglas en inglés), en el que la población de bacterias dañinas supera a las bacterias beneficiosas en el revestimiento del intestino delgado.
La disbiosis podría afectar aún más la absorción de nutrientes y también agotar las reservas de vitamina B12 en el cuerpo. Los típicos síntomas de un perro con EPI, como los sonidos abdominales, gases, diarrea, náuseas intermitentes y algunas veces vómitos, indican la probabilidad de también padezca SIBO.
La EPI podría producir un enorme daño corporal en un perro
Esta enfermedad puede variar desde muy leve a grave. En los casos moderados a severos, es común que se presente la pérdida de masa muscular, porque el cuerpo del perro no absorbe los nutrientes necesarios para crear un buen tono muscular. A menudo, estos perros tienen dificultad para mantener o aumentar su peso.
Los perros jóvenes con EPI podrían desarrollar problemas óseos debido a la falta de absorción de nutrientes que puede generar anormalidades en el desarrollo, como dientes que son más pequeños que el promedio, y una mayor incidencia de displasia de cadera.
Todas las partes de su cuerpo pueden verse perjudicadas por la desnutrición, incluyendo al sistema nervioso y cerebral, lo que podría provocar un comportamiento anormal, como ansiedad, miedo y agresión por alimentos.
Además, los problemas de la piel y pelaje son muy comunes, lo cual incluye un desprendimiento excesivo, descamación, así como pelo quebradizo y delgado.
Debido a que, muchos perros con EPI se encuentran esencial y constantemente hambrientos, podrían parecer casi ferales. Con frecuencia se vuelven agresivos con los alimentos y hacen todo lo posible por robarlos. Si se encuentran al aire libre, podrían tratar de devorar heces, hierba, tierra u otros artículos inapropiados en un intento por obtener los nutrientes que sus cuerpos necesitan desesperadamente.
A medida que la enfermedad progresa, el deterioro se acelera. Con el tiempo, algunos perros pierden interés en hacer cualquier otra actividad. Se sienten muy mal; quieren dormir todo el tiempo u ocultarse. Esto podría ser extremadamente frustrante y desgarrador para sus dueños, quienes se sienten indefensos al ver a su perro consumirse frente a sus ojos.
Si un perro con EPI no es diagnosticado ni tratado, todo su cuerpo es privado de los nutrientes esenciales para su desarrollo, renovación y mantenimiento. Finalmente, morirá de hambre o de insuficiencia orgánica.
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Como diagnosticar insuficiencia pancreática exocrina
Por desgracia, dado que con frecuencia el primer síntoma de EPI que se presenta en los perros es evacuar heces blandas de forma crónica, la mayoría de los veterinarios que no han atendido a un pastor alemán (una raza predispuesta a la enfermedad), tienden a prescribir deliberadamente antibióticos.
Por lo general, la evacuación de heces blandas deja de ocurrir temporalmente porque los antibióticos afectan en el desarrollo excesivo de bacterias; sin embargo la enfermedad subyacente no se ha abordado.
Por desgracia, cuando se suspende el uso de antibióticos y vuelven a producirse heces blandas y/o el perro comienza a perder peso, muchos veterinarios recomiendan volver a suministrar antibióticos de forma permanente, ya que asumen que podría ser causado por la enfermedad inflamatoria intestinal (IBD, por sus siglas en inglés) o síndrome del colon irritable (IBD, por sus siglas en inglés).
Algunos de los pacientes que conozco han tenido que soportar endoscopias, biopsias y otras pruebas costosas e invasivas en vez de que se les realice un análisis para EPI. Como mencioné antes, considero que esta es una enfermedad mucho más común de lo que los veterinarios han reconocido o analizado.
La prueba para comprobar el diagnóstico de EPI es TLI (prueba de la tripsina inmunoreactiva sérica), un análisis sanguíneo que mide la capacidad del perro para producir enzimas digestivas. La mayoría de las muestras se envían al laboratorio Texas A&M University's GI, que recientemente ha revisado sus valores de referencia. Ahora, los valores inferiores a 2.5 microgramos por decilitro son considerados para el diagnóstico de EPI.
Los valores entre 3.5 y 5.7 pueden sugerir una pancreatitis subclínica que podría originar EPI. Si algún perro entra en esta zona gris, recomiendo comenzar a utilizar un apoyo gastrointestinal (GI) para evitar que la enfermedad se agrave.
Los profesionales no fueron capacitados en una facultad de medicina veterinaria para suministrar un tratamiento para EPI hasta que los perros se encuentren por debajo de 2.5: sin embargo, como veterinaria proactiva, estoy en desacuerdo con ese enfoque.
Cuando los perros tienen valores entre 2.5 y 3.5, significa que producen cada vez menos enzimas, Texas A&M recomienda volver a realizar la prueba TLI después de un mes de llevar el tratamiento, y está de acuerdo con este método. También, sugiero realizar la prueba TLI junto con una prueba de cobalamina, para verificar si hay una deficiencia de vitamina B12.
Incluso cuando un perro resulta positivo para EPI, es importante volver a realizar la prueba TLI una vez que se haya adaptado al tratamiento. Esto se debe a que la inflamación crónica podría causar que un páncreas—que de no ser por esto estaría sano—disminuya o deje de producir enzimas digestivas. Por lo tanto, la prueba TLI resultará positiva debido a la falta de enzimas, lo cual ocasionará que el perro parezca tener EPI cuando en realidad no es así.
Opciones de tratamiento para EPI
Algunos perros que se encuentran en la zona gris podrían recuperar su función pancreática al recibir el tratamiento antes de que ocurra la falla en sus células acinares. Mi recomendación es tratar a los perros que tienen valores inferiores a 5.7 microgramos por decilitro. Estos perros necesitan, como mínimo, enzimas digestivas y probioticos en cada alimento.
Muchos de los perros con valores inferiores a 5.7 que no demuestren una recuperación inmediata, necesitarán enzimas por el resto de sus vidas. Y los perros con niveles inferiores a 2.5 serán candidatos absolutos para llevar suplementos de enzimas de por vida. Los suplementos deben contener pancreatina, que es una enzima pancreática de origen animal que proporciona proteasa, lipasa y amilasa.
Recomiendo añadir estas enzimas en los alimentos del perro y dejarlos reposar a temperatura ambiente mínimo durante 20 a 30 minutos antes de proporcionarlos para permitir que las enzimas se predigieran en los alimentos. Los probióticos también son muy importantes para los perros con EPI y deben continuar suministrándose a largo plazo.
Los perros con bajos niveles de vitamina B12 necesitarán inyecciones de cobalamina. Los veterinarios pueden demostrarles fácilmente a los dueños cómo preparar las inyecciones en casa. Deben administrarse una vez por semana durante seis semanas, luego cada dos semanas durante otras seis semanas y después de forma mensual.
La mejor alimentación para perros con EPI
Si la inflamación del páncreas se agrava debido a croquetas altamente procesadas o alimentos enlatados—que casi siempre es el caso—lo mejor que puedes hacer es cambiar y proporcionarle una alimentación casera nutricionalmente balanceada o alguna disponible comercialmente, de grado humano, cocinada ligeramente, sin conservadores ni rellenos innecesarios.
La alimentación debe ser fresca, lo que significa que debes hacer la transición de tu perro de una alimentación sin nutrientes, inorgánica, excesivamente procesada a una alimentación a base de alimentos frescos que sea baja en residuos y libre de colorantes, pesticidas, transgénicos (GMOs), rellenos, aditivos y conservadores.
Idealmente, la mejor opción es colaborar con un veterinario que esté bien informado sobre cómo ayudar a los animales a recuperarse de un intestino permeable o disbiosis, porque los profesionales que implementamos la medicina funcional contamos con todo un arsenal de protocolos gastrointestinales que podemos aplicar para ayudar a un perro a recuperarse.
Conforme mejora su salud intestinal, la gran mayoría de los perros con EPI obtienen buenos resultados al consumir alimentos sin procesar, nutricionalmente balanceados y bien combinados, debido a las enzimas naturales presentes en los mismos.
Cada vez que cocinas los alimentos, las enzimas digestivas son destruidas. Los alimentos sin procesar y bien combinados son esenciales porque los perros con EPI no pueden tolerar grandes trozos de hueso, vegetales o carne. Los alimentos deben ser molidos finamente para disminuir el estrés digestivo.
Entonces, primero comenzamos a proporcionarles alimentos cocinados y luego hacemos la transición a alimentos sin procesar. Estos perros necesitan protocolos de nutrición intensiva, reparadora para compensar su mala digestión y absorción, por lo que realmente es importante qué alimentos se eligen.
A menudo, hacer la transición de alimentos ligeramente cocinados a alimentos sin procesar es la forma en que los perros que están bien manifiestan una mejora bastante significativa. De hecho, frecuentemente los alimentos sin procesar desencadenan un progreso dramático que no observamos en ningún otro tipo de alimentación.
La alimentación a base de alimentos frescos también debe ser nutricionalmente completa, porque los perros con EPI están desnutridos. A menudo tienen importantes deficiencias de zinc y vitamina E. Por lo que, es importante asegurarse de que la alimentación proporcionada tenga cantidades suficientes o adecuadas de todos los nutrientes que requiera tu perro.
La mayoría de los perros con EPI obtienen mejores resultados al llevar una alimentación con muy poca fibra—menos del 4 %—porque la fibra interfiere con la función de las enzimas digestivas. Los alimentos que son altos en fibra también podrían impedir la absorción de ciertos nutrientes. De nuevo, esto descarta a los alimentos comerciales altamente procesados.
Como suplementar su alimentación
Además de las enzimas digestivas, los probióticos son fundamentales para restaurar el microbioma de los perros con EPI y prevenir las recurrencias de SIBO. Por lo general, una vez que estos perros se encuentran estables, se benefician al recibir algún suplemento adicional, como aceite de kril o pescado, como una fuente de ácidos grasos omega-3, así como aceite de coco.
El aceite de coco contiene ácido láurico, que tiene propiedades antibacterianas y antivirales naturales beneficiosas para el intestino y es una excelente fuente de MCT, que proporciona energía fácilmente asimilable para animales con problemas de absorción gastrointestinal.
Si se interrumpe el suministro de suplementos y apoyo gastrointestinal en los perros con EPI significa que, eventualmente los síntomas volverán. No recomiendo hacerlo; sin embargo, una vez que el perro se encuentra estable y los alimentos se hayan convertido en su medicina, los protocolos de suplementos podrían reducirse hasta la dosis más baja posible, para mantener una salud intestinal normal.
Los perros con EPI deben evacuar heces bien formadas de aspecto normal, color chocolate oscuro, con una consistencia lo suficientemente firme como para ser fáciles de limpiar. No deberían manifestar náuseas, gases, inflamación, o sonidos gastrointestinales. Cualquier otro síntoma significa que el perro probablemente todavía presente algunos problemas digestivos, por lo que aún hay margen de mejora al cambiar su protocolo de suplementación.
Este es el punto en el que los protocolos de prueba y error son fundamentales, los cuales podrían funcionar mejor al colaborar con un veterinario de medicina funcional bien informado en el tratamiento de disbiosis.
El protocolo debe adaptarse continuamente hasta que se solucionen todos sus síntomas. Es posible que el perro requiera más o menos enzimas, o que estas necesiten reposar durante más tiempo en los alimentos, o podría haber algo en la alimentación que necesita ser añadido o eliminado.
Frecuentemente, los perros con EPI desarrollan intolerancia a los alimentos, que puede ser identificado al realizar una prueba de saliva NutriScan. Si tu perro consume alimentos que no puede tolerar, podría desencadenarse una grave crisis en su padecimiento.
También podría ocurrir un excesivo desarrollo intermitente de bacterias en el intestino delgado. Es posible que tu veterinario te recomiende hacer una prueba TLI y de B12 anual para asegurarse de que el padecimiento de tu perro sea controlado de forma efectiva.
Tampoco recomiendo que los cachorros o perros con disbiosis o EPI sean vacunados cada año. Es verdaderamente importante colaborar con un veterinario que haga titulaciones en vez de vacunar automáticamente a estos perros.